por Eduardo Carrera – curador e investigador de arte contemporáneo
La memoria surge como un recurso que logra contrastar espacios, mapas, geografías, fronteras, rutas, migraciones, desplazamientos, y diásporas: tiempo y espacio siempre están estrechamente ligados de manera compleja. cuenta regresiva (2005 – 2013) es un proyecto multimedia en donde la artista Estefanía Peñafiel Loaiza lee al revés todas las constituciones políticas aprobadas desde la fundación del Ecuador, empezando desde la última palabra de la constitución de 1998 (la última en vigencia al momento de inicio del proyecto), hasta la primera palabra de la constitución de 1830 [1].
Posteriormente, en la edición del video, la artista invierte la secuencia del documento videográfico: las palabras pronunciadas recuperan su sentido, y es posible escuchar las constituciones desde 1830 a 1998 (una revisión histórica); simultáneamente, el sentido del tiempo se invierte, y todas las escenas parecerían estar retrocediendo.
Estefanía Peñafiel Loaiza siente gran interés por la historia, lo cual se hace patente en sus obras a través de recursos como las instalaciones, la performance, el video, el trabajo con archivos, la fotografía y los documentos periodísticos, reutilizando discursos políticos, históricos y sociales para reflexionar sobre la memoria y sobre nuestro propio presente. En esta ocasión, cuenta regresiva toma las Constituciones del Ecuador (documentos históricos) como un juego de doble naturaleza, entre lo literal y lo alegórico, convirtiéndose en un acontecimiento en sí mismo.
Peñafiel Loaiza ejecuta un gesto que nos ayuda a repensar y reinterpretar tanto el momento histórico en el que se formularon las constituciones, como nuestro propio presente. El tiempo, el espacio, el cuerpo y la relación particular entre artista, espectador y paisaje, son parte esencial de cuenta regresiva.
La escenificación de la obra fue prefigurada según un plan determinado (posterior a su inicio en Paris), se planteó un itinerario de viaje a provincias del Ecuador donde fueron firmadas algunas constituciones de la nación. Finalmente, Estefanía realizó una lectura en Bélgica, donde fue pronunciada la última palabra al revés.
Pero no todos los itinerarios ocurren según lo previsto: durante la lectura de la constitución de 1906, una ráfaga de viento produjo que las puertas corredizas del edificio de la actual Asamblea Nacional se cierren y después caigan, todo esto acompañado de un remolino con polvo y una atmosfera apocalíptica; como si el entorno se hubiese afectado por los fonemas pronunciados por Estefanía, relacionados a las“atribuciones y deberes del poder Ejecutivo, justo en el segmento correspondiente al siguiente artículo: “El Congreso dictara su resolución aprobando el procedimiento del Gobierno, o, declarando su responsabilidad” [2].
La lectura de la constitución de 1906 implica un instante de curiosa intensidad que deviene en acto político. Cuando son evocados los poderes del Estado para remarcar sus roles, se pone en evidencia la falacia histórica de una verdadera democracia, y como si un mandato divino quisiera obviar al azar, el lugar que alberga a los y las representantes de los y las ecuatorianas exorciza sus demonios, y las puertas retumban avergonzadas por las mentiras que quieren ocultarse en las constituciones.
En este sentido, las lecturas individuales serían abstraídas como casos singulares. En el caso de la lectura de 1906, la contingencia de su desarrollo pasa a ser un elemento central de la acción. Para Luke Rhineheart “El azar es la divinidad más antigua del mundo… Acabo de liberar a todas las cosas del yugo de la finalidad. El Espíritu está sometido a la Finalidad y a la Voluntad, pero lo liberaré para devolvérselo al divino Accidente, a la divina Travesura” [3].
Y ése es también el caso de Peñafiel Loaiza, que interviene en actos cotidianos, que luego son ritualizados y elevados al estatus de arte a través de la repetición y el azar.
Cuando Estefanía lee las 18 constituciones al revés, se produce una ruptura que descontextualiza el mensaje y lo vacía de contenido. La artista pronuncia emisiones tales que, al ser emitidas, diríamos que estamos haciendo algo en vez de diciéndolo, se trata de una especie de acto de invocación a través del acto del habla, usando palabras alrevesadas que de una u otra forma componen las constituciones.
En este sentido, a través de esta “invocación constitucional”, Estefanía Peñafiel genera un espacio de reflexión en el campo de lo simbólico: la atmósfera del entorno donde la acción ocurre se podría ver afectada por este acto del habla, una invocación discursiva-política que logra sugestionar la mente del espectador, incluso la de la artista, y darle otras posibles lecturas a la obra.
El proceso de documentación influye en la mirada que tenemos sobre un proceso constituyente que la artista representa metafóricamente en cuenta regresiva: Al momento de la edición, Estefanía invierte el sentido del vídeo logrando que las palabras recuperen su sentido y podamos escuchar las constituciones desde 1830 a 1998, simultáneamente el sentido del tiempo se invierte y todas las escenas parecerían estar en reversa, mientras la constitución avanza.
Haciendo uso de un léxico foucaultiano, se puede decir que el discurso de verdad [4] que se ha creado alrededor de la historia constitucional del país se ve trastocado al mostrar la dislocación entre lo que se escucha y lo que es mirado. Así, las certezas e ilusiones de los y las ecuatorianas que se emanan de las Cartas Magnas van careciendo de congruencia, lo que pone en evidencia la contingencia que subyace a cualquier creación humana, sea esta política o artística.
cuenta regresiva sitúa las prácticas artísticas y teóricas basadas en el archivo y la memoria como un impulso que, ajeno a la melancolía o la nostalgia, es capaz de inventar instancias de resistencia crítica que incorporen, en su ambigüedad, momentos de ruptura del pasado y proponer un renovado presente.
Eduardo Carrera
Curador e Investigador de Arte Contemporáneo, Quito, 22 de abril de 2013.
[1] Texto de Estefanía Peñafiel presentado para el Premio Mariano Aguilera.
[2] «Poética de la desaparición”, texto de Ana Rodríguez para muestra de Estefanía Peñafiel Loaiza en valija, Sala PROCESO, Cuenca, abril 2013.
[3] Luke Rhineheart, «El hombre de los dados», citado en Territorios de lo imaginario y de lo real, artículo en línea consultable en http://reddigital.cnice.mecd.es/3/firmas_nuevas/zafra/zafra_1.html
[4] Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto, Madrid, Akal, 2005